Una de las pequeñas historias que puedes encontrar en El Observador, es la de una intentona de atentado que frustró el hacker protagonista. En él, creé a un concejal madrileño, que probablemente, es uno de los mejores personajes de relleno de toda la novela.
Para empezar, fue un futbolista famoso. Y es que El Observador es un retrato de la sociedad española actual. ¿Cómo podría hacer algo así, sin mencionar al deporte rey de España?
Confieso que no soy muy futbolero. Encuentro aburrido un partido de fútbol cualquiera. No entiendo cómo es posible que se encuentre entretenido ver a veintidós tíos en pantalón corto corriendo por un campo detrás de un balón.
Sin embargo, sería un necio si negara la evidencia. En España, el fútbol causa furor. Es tan popular, que incluso una persona tan poco futbolera como soy yo, sabe algo sobre el tema.Y de aquí, que al diseñar a este personaje, le diera un pasado como futbolista, lo que le otorgó popularidad para posteriormente afiliarse a un partido político.
Es en este punto cuando lo envolví de cierta ambigüedad que resulte políticamente correcta. De jugador de fútbol, participaba en la alineación de uno de los dos equipos de primera división de Madrid. Y asimismo, cuando empezó su carrera política, se afilió a uno de los dos partidos políticos nuevos que terminaron con el bipartidismo en España (¿Otro toque profético?).
También le doté de los dones que le hicieron popular. Le llaman el sucesor de Butragueño, porque fue muy caballeroso en el campo de juego, lo que le permitió ganarse fama para su posterior carrera política. Y a la hora de bautizarle, le llamé Manuel Ermua, en homenaje a cierto concejal que fue asesinado en el pasado reciente de España.
Cabe preguntarse si un personaje así sería posible en la España del mundo real. No sé de muchos deportistas españoles que se hayan metido en política después de retirarse de la competición. Es algo que parece más propio de Estados Unidos. En España, la gente sigue diciendo lo mismo que decía Franco. Haga lo que yo. No se meta en política.
¿Así que por qué un deportista se iba a meter en política?
En este caso ficticio, Manuel Ermua se mete en política movido por su conciencia ecológica. Pretende que todos los españoles vivamos en casas autosuficientes. De hecho, en el mundo ficticio de El Observador, es el primer político español que está haciendo un esfuerzo real para conseguirlo.
Y de aquí, que ciertos poderes quieran quitarle de en medio, aunque sea con un atentado de coche bomba.
Ya sé lo que piensan. ¿Cómo es posible que alguien quiera matar a un ecologista? ¡Es descabellado!
O quizás no lo sea tanto, si se piensa que el mundo actual vive de las reservas de petroleo. Porque es lo que pasa cuando alguien propone construir una sociedad que viva de otras fuentes de energía. Aparecen unos presuntos eruditos que dicen que es imposible o inviable. Y si ese alguien se obstina en seguir adelante, es entonces cuando se producen los accidentes, como los que se relatan en esta novela ficticia.
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