miércoles, 7 de diciembre de 2016

La cuestión del oficio.

Uno de los personajes de El Observador es un chaval de clase acomodada (el típico niño pijo), cuyo protagonismo se apodera del capítulo en el que, informados por las pruebas aportadas por el pirata informático, dos detectives de narcóticos detienen a su padre por traficar con drogas. Y a raíz de este brutal descubrimiento, el chaval reacciona movido por la fuerza de su juventud, mata a los policías, toma rehenes y se encierran en la habitación del pánico de la mansión en donde vive.
Esta capítulo es uno de los episodios más tensos de El Observador. La típica situación con rehenes, negociaciones, tiroteos, intentonas de asalto y una sorprendente resolución final, por obra y gracia del hacker protagonista.
Uno de los motivos por los que escribí este capítulo, fue porque cuando terminé mis estudios superiores y me vi en la tesitura de buscar trabajo, me di cuenta de que desconocía cuáles eran los oficios de mis parientes y conocidos. Al menos, sabía de las profesiones de progenitores y hermanas, al ser los más allegados. Pero hoy en día, sigo sin saber cómo se ganan la vida mis tíos, primos y otros parientes más lejanos.
Aunque si bien es cierto que no solía tener un especial interés por las profesiones de mis allegados, también es verdad que ellos también ignoran mi oficio. Muchos de ellos no sabían que yo era escritor, hasta que me vieron con un ejemplar de El Heraldo del Caos, mi anterior novela, debajo del brazo.
¿O me van a decir que alguno de ustedes sabían, cuando eran adolescentes, a qué se dedicaban vuestros familiares y conocidos?
Y de aquí salió la historia de este niño bien, que al vivir en su mansión, protegido en su burbuja de bienestar y convencido de que a él le espera un futuro prometedor, no se le ocurre preguntarse por la fuente del abultado sueldo de su padre. Hasta el momento de la detención, lo único que sabe del tema es que su padre trabaja en una empresa de transporte de mercancías. Y es a partir de esa agresión a su estilo de vida, al derrumbarse todas sus perspectivas, cuando reacciona con violencia impulsado por su actividad hormonal.

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