Como ya mencioné en una anterior entrada, El Observador es una novela de tanta actualidad, que incluso participa el Rey en la trama.
Y cuando digo el Rey, me refiero al Rey de España, no a Elvis Presley.
Al escribir la novela, en el primer borrador, visualizaba a Juan Carlos en este papel, ya que por entonces, él era el dirigente que teníamos. Y ahora, el lector que tenga la audacia de enfrentarse a mi novela, al leer esas mismas líneas, visualizará a Felipe VI.
En este punto, hice bien en no citar su nombre. Pretendo que El Observador envejezca bien con el paso del tiempo, y por este mismo motivo, me refiero a él como el Rey de España, sin mencionar su nombre propio. Por esta misma razón, digo mensajes de texto, porque hace diez años eran SMS, hoy son whatssaps, y a saber cómo se dirá dentro de otros diez. También me abstengo de mencionar el nombre de la organización terrorista yihadista, porque hace diez años era Al-kaeda, hoy es DAESH, y a saber en qué se transmutará el día del mañana con todas las barbaridades que están sucediendo hoy en día.
Aunque por esta misma regla de tres, si el actual monarca no tiene un hijo varón en breve, tendría que mencionarse a la Reina de España en vez de al Rey.
Y una vez aclarados estos puntos, también querría desvelar parte de la trama, para apagar a partir de ya, posibles futuras rencillas y polémicas, pues he observado que hablar de la monarquía en España es casi como tratar cuestiones religiosas o de la Guerra Civil.
Para empezar, el Rey en El Observador está haciendo de Rey. Se limita a hacer su trabajo en una situación en la que la seguridad nacional ha sido gravemente herida. Es decir, que el Jefe de Estado se ve obligado a imponer la Ley Marcial para defender los derechos y las libertades de sus súbditos.
Entenderán ahora la polémica que puede desatar tal exposición. Porque mientras media España diría que el Rey en El Observador está actuando correctamente, la otra mitad me calificaría de izquierdista, porque uno de los personajes principales llega a insinuar que los tiempos de Franco no han pasado gracias a la figura del Rey.
Lo diré claramente en esta entrada, para ahorrarme futuros disgustos. Soy un republicano monárquico, o si lo prefieren, un monárquico republicano. Y si la actuación del Rey en mi novela es exagerada, correcta o satírica, es algo que dejaré que el lector de turno lo juzgue por sí mismo.
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