Una vez más, la realidad ha vuelto a superar la ficción que plasmo en El Observador. Me refiero al ataque masivo que tuvo lugar el pasado viernes, que bloqueó varios ordenadores de otras tantas empresas y organismos públicos de todo el mundo.
Se trata de un evento a nivel mundial que también sucede un par de veces en mi novela. La diferencia está en las intenciones de los hackers de la vida real y del protagonista de mi obra. En el mundo real, el individuo, equipo o grupo de individuos inconexos, pretende hacerse rico. Como diría John Mclane, protagonista de la franquicia de la Jungla de Cristal; "El dinero. Siempre es por dinero". Mientras que en mi libro, El Observador es un hacker que está armado con un fuerte sentido altruista de la justicia social.
No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que estos hackers de la vida real carecen de escrúpulos. Su reciente jugarreta ha afectado al servicio sanitario de Inglaterra, lo que que habrá puesto en peligro la vida de más de un paciente inglés que necesitaba operarse, al haberse extraviado su ficha digital. Supongo que existirán copias en formato de papel de estos archivos, lo que habrá subsanado las consecuencias de este ataque.
Este incidente mundial ha demostrado otro hecho que cada vez es más patente. Dependemos demasiado de la tecnología para poder vivir. Sí, es cierto que subsistir en un mundo interconectado tiene sus ventajas. La prueba es que usted, querido lector, está leyendo estas líneas porque este blog me permite promocionar mi libro. No obstante, cada vez que sucede algo así, se reafirma mi creencia de que la información transmitida en formato de papel es mucho más veraz que la que existe en formato digital. Sí, hoy en día se transmiten las noticias a mayor velocidad, pero se dispersan de una manera tan rápida, que se hace imposible advertir si estas noticias digitales son ciertas o falsas antes de que lleguen a la pantalla del internauta medio.
Espero que el contraataque sea tan efectivo, que en el futuro, estos hackers se lo pensarán dos veces ante de lanzar un ataque tan masivo. Porque no me parece rentable infectar tantos ordenadores a la vez. Ha sido un evento tan titánico, que dudo mucho de que alguno de los atacados llegue a pagar para desbloquear su ordenador, recurriendo antes al experto informático de su organización o del gobierno. Aparte de que va a ser mucho más fácil encontrar a los responsables de esta jugarreta.
No me sorprendería nada que se descubra que estos hackers hayan perdido el control de sus virus y demás criaturas informáticas, y que por esta razón, el ataque fue más masivo de lo que estos granujillas esperaban.
No obstante, puede que tengamos que acostumbrarnos a que pasen estos eventos, ya que el pasado ciberataque no ha llegado a tener las consecuencias de los dos sucesos mundiales que describo en El Observador, como una revolución silenciosa que redistribuye la riqueza mundial, o un sonado atentado terrorista de efectos demoledores...
Pero estas historias se cuentan mucho mejor en mi novela y, visto lo visto, está claro que el que lea El Observador, estará mejor preparado para afrontar los desafíos del mundo interconectado en el que nos ha tocado vivir.
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